Era mucho el miedo, la nueva novela de Gloria Inés Peláez

Escrito por Philip Potdevin
Categoría: Reseñas de libros Creado: Miércoles, 09 Agosto 2017 12:16 El coraje frente a la adversidad
Por Jorge Cardona Alzate
(publicado en El Espectador el 3 de julio de 2016)

En su segunda novela, la escritora manizaleña Gloria Inés Peláez, encara el reto de desentrañar la fortaleza de la mujer ante la tragedia, la violencia, el acoso, la incertidumbre y la soledad
La historia se desata en el norte del Tolima, pero podría ser cualquier otra región de la Colombia rural de los últimos tiempos, donde la guerra ha hecho estragos. La protagonista es una muchacha joven, casi adolescente, sin padres, sin familia, con sus memorias de niñez deshechas tras la avalancha que borró del mapa al municipio de Armero. Su único arraigo es un hombre mayor que la hizo mujer y madre, un subintendente de la Policía que la lleva donde la institución lo ponga, sin opción distinta a enfrentar los azares de la violencia.

Hasta que la guerrilla ataca la estación del pueblo donde viven y el suboficial entiende que antes que cobarde o padre está su deber, y muere sin honores. Entonces empieza el drama de la viudez y el abandono, tema esencial del relato. Adelita, atrapada en los recuerdos y las rondas infantiles que se cruzan en su presente, pero asediada por los apremios económicos, el acoso sexual de los que se ofrecen a ayudarla con velados intereses, el revelador encuentro con verdades escondidas que su hombre supo esconderle o la vida misma y sus vaivenes.

Es la segunda novela de la antropóloga y escritora Gloria Inés Peláez, Era mucho el miedo, en la que aborda esa sensación que acecha cuando aguzan la incertidumbre y la soledad después del dolor. En palabras del escritor Philip Potdevin, “una obra conmovedora que da cuenta de la fortaleza de la mujer frente a la adversidad, y a la vez muestra las posibilidades y el alcance sanador de la ternura infantil en la vida del ser humano”. El reto de la existencia como una burbuja de sueños que estalla ante la crudeza del mundo adulto.

Nacida en Manizales, Gloria Inés Peláez vuelve a demostrar desde su disciplina incansable que su vocación por la literatura sigue intacta. Sus amigos de mediados de los años 70, cuando llegó a Bogotá a rebuscarse en los caminos de la antropología, la recuerdan más frente a su máquina de escribir, día y noche, en busca de una voz propia, rasgando cuartillas hasta encontrar el trazo exacto de sus narraciones. La retribución llegó en 1983, cuando obtuvo el primer lugar en un concurso nacional de cuento y entendió el rigor de su camino elegido.

Ese mismo año ingresó al Taller de Escritores de la Universidad Central, dirigido por el maestro Isaías Peña Gutiérrez, donde entendió que, además de la persistencia en el oficio, existía también una técnica para el manejo de los tiempos, la gramática, la caracterización de los personajes o la voz narrativa. El precio fue doblegar sus exigencias y la recompensa se demoró casi una década. En los años 90 se ganó dos concursos nacionales de cuento, unos juegos florales en su departamento y una beca para creación de novela del Ministerio de Cultura.

Siempre confiada en su pelea personal con las palabras, pero también en el criterio de sus contertulios del Centro de Estudios Alejo Carpentier, que por más de dos décadas formalizó un encuentro mensual en Bogotá para exponerse a la crítica. En 1996, la Imprenta Departamental de Caldas publicó su primer libro. De cuentos, porque su pudor literario no le daba suficiente libertad para arriesgarse a la novela. Pero eran tan bien logrados, tan ajustados en argumento y poética, que pronto sumaron en antologías o recopilaciones de escritoras colombianas.

En 2009, uno de esos cuentos, premiado en Barrancabermeja y después incluido en una antología de literatura erótica, había crecido tanto entre sus manos que llegó a 139 páginas. Ese año, la Universidad de Antioquia le otorgó el Premio Nacional de Novela. “De alta calidad literaria, transparencia de estilo, fluidez, solidez en la construcción y verosimilitud en el ambiente histórico”, fue el comentario de los jurados. La francesa de Santa Bárbara, amante del abogado, comerciante y prócer de la primera Independencia, Francisco José de Caldas.

Esa novela, edificada en los escenarios de la Nueva Granada y los tiempos de la transición entre el Siglo de las Luces y el revolucionario XIX, le dio la confianza para embarcarse en una narración más extensa. Y, como toda su obra, la escribió sin editor a la vista, sin afanes, sacándoles tiempo a sus rutinas de madre, aplicada lectora o catedrática en las universidades Central, Externado o Javeriana. Con cierta perspectiva de género, pero sin aire militante, eso sí convencida de que en Colombia se le da una mayor atención a la escritura masculina.

Era mucho el miedo tiene 246 páginas, construidas frase a frase. Cada capítulo es un monólogo pero lo encarnan distintas narradoras. Adelita, que descubre su ser desafiando el pasado y el presente, la dueña de la casa donde la protagonista vivía con el subintendente antes de que la guerra trastocara todo, la amante que conoce facetas inéditas que rayan en el amor furtivo o la ilegalidad, o la otra viuda, que ya tiene experiencia y por eso aconseja cómo salir del cerco del pavor ante la escasez, la muerte, la enfermedad o los prejuicios.

En uno de sus libros de cuentos, Breviario del tiempo, la prologuista María Mercedes Ortiz señala que los relatos de Gloria Inés Peláez son “un compendio de la multiplicidad y complejidad de la subjetividad humana y su experiencia del tiempo, generando nuevas reescrituras de la historia, entretejidas con la cultura, el poder y la sexualidad”. Un comentario que encaja en su nueva apuesta narrativa. Esta vez, para representar la realidad que afrontan muchas mujeres que no quieren saber de ideologías o poderes, sino de lo urge porque respira en la nuca.

La simple cotidianidad exaltada a través del arte literario, que Gloria Inés Peláez aprendió a reconocer leyendo al poeta peruano César Vallejo y al español Miguel Hernández, pero también releyendo siempre a la poeta argentina Olga Orozco o a las escritoras Virginia Woolf y Clarice Lispector. Sin mayores complejidades narrativas, sin flores o bagatelas para adornar los mobiliarios del rebusque, con la capacidad de convertir una historia surgida de las entrañas de Lérida, Armero o Venadillo en una novela para tocar las fibras de la Colombia que sufre.

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