“LA NOVELA ES UN GRITO LITERARIO PARA QUE EL WAYUU SEA ESCUCHADO”: PHILIP POTDEVIN

Escrito por Philip Potdevin
Categoría: Archivo de prensa Creado: Lunes, 21 Agosto 2017 19:14

La supervivencia física, los constantes suicidios, la pérdida de identidad y las multinacionales son los males de la comunidad indígena wayuu de los que habla el autor en su último libro, ‘Palabrero’.

Desde hace 30 años muchos wayuu se arrojan al tren para suicidarse. A este hecho desconocido por muchos se le unen otros males que padece la comunidad indígena de La Guajira, como la desnutrición infantil, el cambio de nombres y el impacto de las multinacionales. Esta realidad –tan pavorosa como real– es narrada a través de la ficción por el escritor caleño Philip Potdevin en su último libro, Palabrero.

Con la vida de un abogado wayuu como hilo conductor, el autor pone en evidencia una realidad que, parada ante los ojos de un país, es ignorada por este. Potdevin habló con EL HERALDO sobre su proceso creativo y los hallazgos más escabrosos que encontró sobre esta comunidad.

P. ¿Bajo qué preocupación nace ‘Palabrero’?

R.
La novela da voz al orgullo wayuu, tan afectado desde hace mucho tiempo por varios factores sociales, políticos, culturales y administrativos. El wayuu tiene un pasado glorioso que en gran parte se ha olvidado y es desconocido para las nuevas generaciones. Palabrero –que toma por título el rol principal que ejercen los palabreros para llevar y traer la palabra hasta lograr un acuerdo entre las partes– es un grito, literario por supuesto, para que el wayuu sea escuchado, dignificado y restablecido en su autonomía, en sus valores, en su derecho; por todo lo que le corresponde, por haber estado en la península de La Wajira mucho antes de los alijuna.

 

P. Dentro del proceso de creación, ¿cómo fue la investigación de la temática wayuu?

R.
Viví casi cinco años en La Wajira (la tierra de los wayuu). Allí estuve de manera directa e indirecta con la cultura wayuu, conocí a muchos wayuu y a personas muy cercanas a ellos. Presencié sus penurias y su lucha por volver a tener algo en qué creer, en qué sentirse orgulloso de su sangre y su pasado. Luego para escribir la novela me adentré en muchísimos estudios de antropólogos, sociólogos wayuu, colombianos y extranjeros, como Weildler Guerra, José Polo Acuña y el francés Michel Perrin. Cada uno de ellos me permitió entender con mayor profundidad el pasado glorioso de esa etnia, su mitología –tan distorsionada por el catolicismo–, su espíritu siempre rebelde y orgulloso; pero también cómo este hermoso pueblo ha sido doblegado por la civilización, los colonos, las multinacionales y las autoridades nacionales y regionales.

 

P. ¿En el libro qué límite establece entre la realidad y la ficción?

R.
La historia narrada parte de un hecho real: el intento de una minera de desviar el único río de La Wajira, el Ranchería, para poder minar una gran cantidad de carbón que yace bajo su lecho, con un grave riesgo para el medio ambiente y para la supervivencia de miles de familias que tienen el río, no solo como un elemento sagrado, sino como algo primordial para sus cultivos y manutención, es su fuente de vida. De allí la novela toma su punto de partida para crear un universo de ficción, en donde todos los personajes y situaciones tienen vida propia sin remisiones concretas a personas o situaciones específicas de la realidad, si bien es cierto que en el 2012 la comunidad se opuso a ese intento de la empresa.

 

P. ¿Cómo fue la construcción del personaje principal?

R.
Edelmoro Epiayú es un joven abogado wayuu, de la Universidad de La Wajira, quien primero intenta enfrentarse de manera solitaria contra la empresa, y lentamente va aprendiendo que necesita trabajar de manera mancomunada si quiere lograr algún éxito. El personaje tiene un poco de todo: arrojo, inocencia, pero ante todo voluntad y amor por su propio pueblo. Su proceso de aprendizaje es largo y tortuoso, y como es de esperar, el precio que tiene que pagar no es poco.

 

P. ¿Cuáles son los problemas sociales que encontró que aquejan a esta comunidad indígena?

R.
Muchos, muchísimos. Desde los más desesperados, como la lucha por la supervivencia física (el problema de los niños wayuu que mueren por inanición no es ni mucho menos reciente), hasta problemas mucho más complejos desde una perspectiva sociológica y antropológica, como cuál es la razón para que desde hace 30 años, año tras año, muchos wayuu se arrojen al tren en un pavoroso autoexterminio; pasando también por otros problemas de identidad, como el conocido cambio de los nombres en las cédulas por nombres denigrantes y grotescos en una auténtica burla a su dignidad ancestral. Sin excluir, además, el inmenso impacto que la minera ha dejado en su cultura, destruyendo y moviendo sus más sagrados bienes: los cementerios familiares y sus sitios de pagamento.

 

P. ¿Qué hallazgos le causaron más sorpresa?

R.
Sin duda una historia desconocida, quizás para casi la totalidad de los propios wayuu y por supuesto de los colombianos: la historia del indio wajiro Juan Jacinto, quien en 1769 se alzó en armas contra las autoridades españolas (diez años antes de la Revolución de los Comuneros), y permaneció insurrecto por siete años logrando poner en jaque a los colonos, misioneros, autoridades y toda la soldadesca que procuró doblegarlo a él y a su intrincada red de parientes. Esta historia la encontré en un magnífico libro del historiador cartagenero José Trinidad Polo Acuña, quien amablemente me permitió que la usara en mi novela. Por supuesto que en la novela se construye un paralelo entre Juan Jacinto y Edelmiro.

 

P. ¿Cómo encaja este libro en el contexto actual de la literatura en Colombia?

R.
Palabrero es una novela que hace parte de la vasta producción literaria que se está escribiendo y publicando actualmente, mucha de ella con interés social e histórico; y se inscribe dentro de la corriente de decir verdades desde la ficción, así como de soñar en utopías que a fuerza de creer en ellas se vuelven realizables.

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